Los sonidos de una nevada

Nada más silencioso que un copo de nieve. Pero muchos de ellos juntos forman LOS SONIDOS DE UNA NEVADA. Grabado en los bosques de Valsaín, Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.

«En los árboles altos hay cúpulas efímeras que caen al suelo sonando casi a nada». Pedro Fernández Cocero, ‘El tríptico de La Granja’.

Nada más silencioso que un copo de nieve. Aparentemente.

Pero una nevada está formada por la caída de muchos copos. Y la suma de tantos murmullos da lugar a un estruendo. Más aún si intervienen el viento y los ríos.

Nieva en los pinares de la sierra de Guadarrama, en el valle de Valsaín. Primero con una pacífica intensidad. Pero cuando el viento sopla y hace estremecerse a los troncos, por el bosque corre un estruendo que imita a un temporal en el mar.

En las cumbres de la sierra, a 1.900 metros de altitud, la ventisca arrecia y arranca del hielo agarrado a las acículas un siseo afilado.

Días después, tras la tempestad llega la calma. Y la actividad vuelve al bosque. Unos ladridos broncos se arrastran por la nieve; no los vemos, pero los corzos, desesperados, buscan comida. Lejos graznan los cuervos. Y bandos de arrendajos deambulan valle abajo.

A poco que la atmosfera temple, en los pinares de la sierra vuelve a nevar; pero esta vez lo hace sólo bajo las copas. Unas veces las masas de nieve acumulada caen, pulverizadas, emitiendo sutiles siseos; otras, se desploman con estrépito y todo el suelo del bosque resuena como un gigantesco tambor.

Al mismo tiempo, también bajo las copas, invisibles, revuelan los bandos de pájaros forestales: carboneros, garrapinos, herrerillos comunes y capuchinos, mitos, trepadores azules… Unas veces envueltos en sutiles siseos, otras reclamando en grupo, con estrépito.

En el bosque, tras la nevada, reinan a la vez el buen y el mal tiempo.

Publicado en el audioblog El sonido de la naturaleza el 14 de febrero de 2015, en plena ola de frío.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/elsonidodelanaturaleza/2015/02/14/los-sonidos-de-una-nevada.html

Tambores de agua

En un claro abierto en la selva de Camerún, muy cerca del corazón de las tinieblas, un grupo de cuatro o cinco mujeres m´baká hacen música acuática. Para ello palmotean la superficie de una charca con las manos ahuecadas. Ellas ponen el ritmo, la lámina de agua el sonido y la selva tropical añade la acústica.

Toneladas de nieve

Después de una intensa nevada, la nieve acumulada en las copas de los árboles cae al suelo con estrépito. Desde todas las esquinas, el suelo del bosque retumba como un timbal, sacudido por avalanchas de cientos de kilos de nieve. Como contrapunto, la voz sutil de un tenaz petirrojo.
Junto al muro de los jardines de La Granja, en Segovia.

Los retumbos son tan graves que es preferible conectar la salida de audio del ordenador a unos buenos altavoces o, en su defecto, utilizar auriculares.

Paúles, llamazares, lavajos y tremedales

Los paisajes del agua. Un diccionario de aguazales

Foto: un llamazar en Valle de Lago, Somiedo, Asturias

Marjal, lavajo, albufera, nava, paúl, jaraíz, tablazo… Nombres para designar, respectivamente, un terreno anegadizo, una pequeña laguna esteparia artificial, una laguna litoral comunicada con el mar, un terreno llano encharcadizo, una pradera entollada, un estanque y una lámina abierta de agua. Almarjal, cañaveral, carrizal, espadañal, juncal y junquera, o izaga, son los sitios poblados de almarjos, cañas, carrizos, espadañas y juncos, respectivamente, por lo general terrenos bajos y pantanosos en los que prevalece la especie vegetal que les da el nombre. Estos son sólo algunos de los muchos nombres con que se designan en nuestra lengua a las diferentes tipos de zonas húmedas. Simples como somos en lo que se refiere a la observación del campo, acostumbrados a llamar montaña a las elevaciones grandes y lomas a las pequeñas, sorprende semejante capacidad de observación y de calificación. El agua es un elemento fundamental del paisaje, incluso cuando falta. Por eso, no es de extrañar que la lengua castellana cuente con gran número de términos geográficos para describir cualquier tipo de paisaje en el que el agua sea elemento generador.

Un atolladero es el paraje pantanoso y anegadizo que dificulta el tránsito a las caballerías y carruajes. Varios términos describen terrenos mal drenados y encharcados, pero con diferencias de matiz entre ellas. Así, budial es un terreno pantanoso en el que brotan las aguas manantiales, lo que le diferencia de un llamazar o un lodachar, donde el agua puede ser de escorrentía. El tremedal, terreno bajo y pantanoso, cubierto de hierba, debe el nombre a la vibración que se produce al caminar por encima de él, lo que le diferencia de la simple ciénaga.

Según el Diccionario de Voces Españolas Geográficas, publicado por la Real Academia de la Historia en 1.796, ermunia es una «especie de tierra que también se llama armunia, conocida con este nombre en Castilla y Aragón: y es la que, a diferencia de la tierra de barros, requiere lluvias más continuas. Esta calidad dio lugar al refrán: lo que la armunia desea Campos no vea: porque la tierra barrosa de Campos con la abundancia continuada de lluvias da menos.»

Paúl y paular son los lugares en que se detienen y estancan las aguas, quedando como pradeños. Tiene la misma raíz latina que palustre, el genérico para referirse a todo tipo de áreas encharcadas.

Balsa, baña, bañil y lavajo son términos para los depósitos artificiales en que se recogen las aguas para riego y abrevar los ganados. Si el depósito es natural se denomina charca. Y si el agua esta sucia nos encontramos ante un pecinal.

El viaje del agua puede empezar en un sudadero, el terreno cortado por el que transpira el agua en pequeñas cantidades, a modo de sudor. También puede aflorar a la superficie por manantíos, ojos y hervideros, según la turbulencia y la fuerza con que asome. Después corre por la madre, el suelo o lecho por donde fluye el río. Pero si es un cauce artificial, una cacera o acequia, estaremos ante una madriz. Lo que al principio puede ser un simple regajo, o regato, arroyuelo formado por las lluvias, de poca corriente y permanencia, se convertirá en torrente, dejando acumulados en las orillas los materiales arrastrados, o torronteras. La junta de dos corrientes de agua se conoce como ambasmestas, entrambasmestas o, simplemente, mestas. Todos ellos han dado lugar al nombre de numerosas localidades.

Llegado el estiaje, la ribera que corre entre vegas y encajonada entre ribazos, dejará pozancos, pozas aisladas en las orillas que contienen aguas estancadas, y guérfagos, remansos profundos del río, en que hay olas y las aguas hacen remolino.

En definitiva, mil paisajes por los que ir a dar a la mar.

El presente texto es una extracto de mi libro Espacio para imaginar, publicado por la Junta de Castilla y León.

La sierra de hielo

Un recorrido visual y sonoro desde una tarde fría pero apacible de invierno hasta el interior de una cueva de hielo.

Las laderas nevadas que aparecen y resuenan en este video son las de Peñalara y el valle del Eresma; la luna sale sobre los pinos de Valsaín; la ventisca sacude los bosques del puerto de Cotos y el hielo tintinea y gotea en los neveros y cavernas de hielo del cuenco de la laguna de Peñalara. Todo esto es el Guadarrama, donde yo vivo.

Contra el sol poniente la ladera nevada recoge los tonos rosados y violáceos del crepúsculo. Sobre una atmósfera tranquila, fría pero estable, cantan las aves en los bosques serranos, tabletean los picapinos contra los troncos. La montaña blanca aprisiona la luz, estira el final de la tarde y retrasa la entrada de la noche. Con la oscuridad, contra un cielo gélido, de cristal, la luna llena emerge entre las copas de los pinos; a su luz ululan cárabos y búhos chicos, graznan las garzas y croan los primeros anfibios. Unas nubes velan la luna y anticipan el estallido de la tormenta.

A la mañana siguiente los bosques amanecen cubiertos por una capa espesa de nieve. La fábrica del hielo empieza a funcionar a pleno rendimiento. Un viento racheado sacude las copas y los cristales de nieve tintinean sobre las charcas heladas. El frío atenaza el agua pero no frena su viaje valle abajo. De los chupones y carámbanos escurren gotas que alimentan los torrentes. Torrentes que excavan galerías de hielo azul, cavernas en las que resuena el goteo de un agua que es casi hielo.

Este montaje ha sido concebido  para resonar bajo tierra, en la cámara oscura y fría del Pozo de la Nieve, del siglo XVIII, auténtica fábrica en la que la nieve almacenada se convertía en hielo. El pozo de mampostería ha sido restaurado y convertido en centro cultural en la localidad de La Granja, en la cara norte del Guadarrama. 

El agua en el jardín andalusí

Foto: palmeral de Timia, macizo del Air, Níger

Montaje sonoro para la exposición EL AGUA EN EL JARDÍN ANDALUSÍ, organizada por la Fundación de Cultura Islámica, Rabat 2012

Un recorrido sonoro por los paisajes del agua

Los bosques de la Alhambra, los surtidores, acequias y sumideros del patio de los Arrayanes, los estanques del Generalife, la escalera del agua, los huertos de palmeras de Draa, en Marruecos, los oasis de Timia, en Níger,  y Al Ain, en Abu Dhabi… Estos son los ingredientes sonoros de este recorrido de las aguas por el jardín andalusí.
Amanece en un palmeral. Abajo, a nuestros pies, el agua corre por las acequias y algunas ranas, pocas, croan al frescor de la mañana. Arriba y a lo lejos, desde las copas, silban las oropéndolas y arrullan las tórtolas.
De un espacio abierto a un horizonte cerrado: en el borde de una acequia murmura el agua, cantan los pájaros de las encañizadas y zumban los insectos.
Corriente abajo, el agua sigue encerrada en un caz pero resuena ahora en un patio cerrado y la reverberación dibuja el espacio, las paredes de piedra. Los chillidos de los vencejos pasan por encima, describiendo círculos cerrados, mientras el agua borbotea en un surtidor, se encierra en un sumidero, cae en cascada a una pila o se remansa y dispersa por una alberca.
Atardece y la corriente riega de nuevo las huertas; hace calor, en el aire suenan las chicharras y su sonido, rítmico, se confunde con el sonido, también rítmico, del agua lanzada a presión por los aspersores. La luz va cayendo, sube la humedad y en el horizonte se anuncia una tormenta. Tras el aguacero, a la puesta de sol, el jardín cobra nueva vida: croan las ranas a coro, estridulan los grillos, los búhos silban a intervalos exactos y la voz líquida de los ruiseñores llega desde las cuatro esquinas del jardín.