Este documento, grabado en el occidente de Asturias, fue publicado en el blog El sonido de la naturaleza en verano de 2017. Meses después, durante la sequía otoñal, una serie de incendios provocados por criminales del bosque arrasaron estos valles. Algunos bomberos forestales informan de haber escuchado los gritos de los osos desde el fuego. No he querido saber cuánto de todo esto ya no existe.
Amanece una mañana de verano en los valles de la cordillera cantábrica. Las nieblas rellenan los fondos de las vaguadas, se enredan en los árboles, se deshilachan en jirones sobre las crestas rocosas. Velan el territorio por donde merodea el oso.
Los perfiles del bosque se difuminan. El horizonte se cierra a unos pocos cientos de metros y las formas se diluyen, lo que, no obstante, no impide la propagación de las voces. Escribanos cerillos y bisbitas alpinos silban en los prados. Cuervos, cornejas, picamaderos negros, zorzales y demás aves gritan en los bosques. El tintineo del ganado rellena el telón de fondo.
El sol va templando la mañana y al abrirse un claro, entre jirones, la niebla nos enseña el secreto mejor guardado: una osa y sus esbardos han salido al claro y pastan la hierba fresca.