Una miniatura musical

Canta un mirlo, y de su garganta sale una miniatura musical.

Hay que ser cuidadoso con las comparaciones. Que el canto de los pájaros tiene elementos comunes con la música es algo evidente: el sentido del ritmo, el tempo, algunas figuras musicales como el crescendo de los ruiseñores o el glisando de los bisbitas.

Pero la música requiere una intención. Los pájaros la tienen, sin duda, pero nosotros no somos los destinatarios.

La mayor parte de las aves canoras se ajustan a patrones de canto más o menos estables. Cantan lo que aprenden, imitan lo que les rodea. Y con eso es suficiente  para producir todos los matices del paisaje sonoro. Lo que para muchos suena como un concierto natural.

Pero hay aves que no se conforman con repetir lo que oyen y gustan de explorar las posibilidades de su voz. Entre las ibéricas, los mirlos son, quizá, los más curiosos.

A diferencia de otras especies, no hay dos mirlos que canten igual. Cada individuo tiene su voz personal, una firma sonora propia. Todos los mirlos tienen en común algunos caracteres «mirlescos», como un timbre líquido con un ligero roce, la imperfección que caracteriza a los grandes artistas.

Los mirlos buscan la afinación armónica en sus notas, esa cualidad del sonido, representada por las líneas paralelas de los sonogramas, que hace que  una nota suene mejor al oído. Y como cualquier cantante o instrumentista sabe, afinar una nota no es algo casual.

 

Pero lo que acerca de verdad a los mirlos a la música es su gusto por la variedad. Cada ejemplar, cada macho territorial, busca sus frases, las enlaza de una manera determinada, casi se podría decir que a su gusto, a lo que llega después de muchas horas, muchos amaneceres de ensayo. Algo que, con todas las reservas, se parece mucho al proceso de composición.

Unas palabras sobre los sonogramas. En 1940, los ingenieros de los laboratorios Bell Telephone inventaron el sonógrafo, un aparato que permitía transcribir gráficamente un sonido. Su intención era identificar posibles criminales por medio de sus huellas vocales, tan distintivas de cada individuo, suponían, como los dibujos dactilares.

Pese a todo, los criminales siguen volando de la justicia. Y los sonogramas han quedado para el estudio y disfrute de otras voces. Hoy, con esta mezcla de sonido y caligrafía, vemos el canto de los mirlos.

Publicado en el audioblog El sonido de la naturaleza, el 6 de junio de 2015.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/elsonidodelanaturaleza/2015/06/06/una-miniatura-musical.html