La vida oculta del ruiseñor

Es fácil oír cantar a un ruiseñor. Mucho más difícil es verlo.

Volvieron a nuestros campos a lo largo del mes de abril, procedentes del invierno africano. Y desde entonces sus voces dominan en arboledas abiertas y boscajes. Pocas especies se hacen notar tanto. Por donde abundan los ruiseñores  las demás aves con las que comparten hábitat quedan en un segundo plano. De día y de noche, son los protagonistas absolutos del espacio sonoro.

Aunque muy adornado y articulado, el canto del ruiseñor es bastante simple. Consiste en una secuencia formada por muy pocos elementos: algunos silbidos in crescendo, trinos simples y notas enlazadas, todo ello combinado  con tanta decisión, tanta habilidad, que es difícil  escuchar dos motivos iguales.

Pero todo lo que tiene de exhibicionista  queda compensado por la simpleza de su plumaje y la discreción de su vida, siempre oculta en las espesuras del campo. Podemos pasar horas enteras delante de una zarza, de un espino, oyendo una cascada continua de notas afiladas y desafiantes, sin llegar a ver al autor. Todo lo más, percibiremos un movimiento, una ráfaga que salta de un lado a otro.

Al caer la noche se produce el cambio de guardia, callan los habitantes del día y despiertan los merodeadores nocturnos. Y las notas entrelazadas del ruiseñor, que pertenecen a los dos mundos, brillan, destacan sobre el indeciso estridular de los grillos, el croar de los anfibios y los silbidos cadenciosos de los autillos.

Publicado el el audioblog El sonido de la naturaleza, el 2 de mayo de 2013

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/elsonidodelanaturaleza/2015/05/02/la-vida-oculta-del-ruisenor.html