Ha muerto José Manuel Novoa, explorador, etnógrafo, autor de más de 150 documentales emitidos en las grandes cadenas de televisión, con una presencia habitual en National Geographic Channel, RTVE o el Canal Arte, entre otros. Un viajero que a lo largo de cuarenta años conoció como pocos este mundo. Y nos lo contó.
Jose Manuel Novoa, el Patrón, como le conocía todo el mundo después de que fuera ascendido a tal categoría por los conductores nativos de una caravana por el Sahel, empezó a viajar por el mundo a mediados de los años 70. Transitó rincones apartados y se expuso mil veces para conocer las muchas formas en las que los humanos nos relacionamos con nuestro entorno. Viajó con los nómadas tsatan, pastores de renos de Siberia, cruzó el desierto de Teneré en caravanas con los tuareg, recorrió el altiplano boliviano con los callahuayas. En su búsqueda incansable arriesgó mucho al cruzar, inesperadamente, por conflictos tribales en el norte de Australia o en el territorio peul. O al topar con los huaqueros peruanos, los peligrosos ladrones de tumbas preincaicas. Y allí precisamente, en los Andes, a semejanza de Howard Carter y Lord Carnarvon en el Valle de los Reyes un siglo antes, José Manuel también asistió a la apertura de tumbas reales y vio momias rodeadas de objetos maravillosos.
Pero fuera cual fuera el camino, las rutas de José Manuel Novoa siempre conducían a los misterios de África. Allí conoció y documentó culturas y tradiciones luminosas, tales como los últimos restos de los imperios bantú y ashanti. Pero también otras más oscuras en la profundidades de las selvas de Guinea o Camerún, donde se celebran los misterios secretos de la religión de la brujería velados por el humo de los sahumerios, las alucinaciones y el miedo. Entonces, en sus relatos sobre los hechos herméticos que acontecen en el corazón de las tinieblas, Novoa, siempre tan directo, tan claro en sus explicaciones, callaba con prudencia y, como todo iniciado, invitaba a sobreentender con sus silencios y una mirada evasiva aquello que no decía.
Era un narrador un poco a la antigua usanza, conciso, serio, de aspecto formal. Hablaba con una voz educada, templada en cientos de horas de conversación radiofónica, en la Cadena Ser primero, en el programa Gente Viajera, de Onda Cero, después. Un documentalista que conocía el poder de fascinación del dato preciso, del hecho bien contado, que huía del estilo estridente y sensacionalista al uso. Viajó sin parar en busca de lo inmutable por un mundo en transformación. En sus cuarenta años de actividad, la humanidad ha conocido cambios no vistos en siglos. Observó desde la primera fila tradiciones ya desaparecidas para siempre, rituales que pronto perderían su sentido, culturas difuminadas en las miserias de la globalización, escenarios naturales borrados de los mapas por los que transitaba. José Manuel Novoa acabó siendo el explorador de un mundo que ya no existía. Y al final la muerte, que tantas veces se cruzó en su camino y le permitió seguir adelante, lo encontró en la madrugada del 15 de septiembre, en la cama. En su casa.
Transcripción del obituario publicado por el diario El Mundo el martes 19 de septiembre de 2017.